La mayoría de las casas españolas entre finales de los 50 y principios de los 80 tenían gotelé: una técnica para pintar las paredes con la que se buscaba disimular pequeños desperfectos propios de la construcción. Durante los 90 y la primera década de los 2000 pasamos a odiarlo con todas nuestras ganas, y la moda era retirarlo al hacer reformas en casa pese a que no era barato (ahora mismo, la broma de retirar el gotelé de las paredes de un piso de unos 75-80 metros cuadrados puede costar alrededor de los 3.000 €).

A día de hoy, el gotelé ya no se quita de las paredes del salón, los pasillos, la entrada o el dormitorio, sino que, por el contrario, se recupera porque aporta textura y mayor interés visual a cualquier interior; algo que es tendencia. Seguramente, la moda por lo vintage en el más amplio sentido del término también tiene que ver al respecto.

Te contamos las ventajas estéticas del gotelé y qué otras alternativas interesantes tienes para salirte de las típicas (y aburridas) paredes lisas.

El gotelé (y otras alternativas) a las típicas paredes lisas