Si piensas que las paredes blancas son el lienzo perfecto y que cualquier otra opción no tiene cabida en tu casa, bien por sosa o bien por atrevida, te vamos a demostrar que hay vida (y estilo) después del blanco. Los colores claros aportan serenidad, multiplican la luminosidad, amplían los metros sin restar calidez y cuentan con un valor añadido: su personalidad. La cantidad de matices, especialmente, de tierras, beiges y blancos (obviando al puro), nos hacen sumergirnos en un mundo de tonalidades magnolia, cactus, desierto, lino, crema, sabana, ginseng…
Para no perdernos, la interiorista Rosa Zapater, de Bonart Interior Design, nos desvela los secretos de los tonos claros y neutros, acaba con falsos mitos sobre el color de las paredes y nos recomienda seis tonalidades ideales, que harán que te den ganas de pintar tu casa. Ante todo, recuerda que “los contrastes crean estrés visual, como el que producen los típicos techos blancos impolutos y todo lo que 'choca' contra ellos (paredes, mobiliario...). Por eso, la sutileza es la mejor aliada, el punto de equilibrio que se establece al hilar las paredes con los techos, los muebles y los tejidos”.