No es nada habitual que un diseñador al que se da plantón –obligado por el retraso de un vuelo en pleno Salone del Mobile milanés– acepte de buen grado trasladar la entrevista perdida y proponga una fecha apenas una semana más tarde. Pero es que Sabine Marcelis (Alkmaar, Países Bajos, 1985) es de todo menos convencional. Visionaria, colorista, rigurosa, desprejuiciada, muy sensitiva… Y lo mejor de todo es que unos minutos aparte, en un desayuno de prensa, acabaron convirtiéndose en una conversación cara a cara, sin guion ni prisas. Corrijo: Sabine Marcelis es única

sabine

Sabine Marcelis (Alkmaar, Países Bajos, 1985) firma, entre el diseño y el arte, auténticas experiencias sensoriales con la materialidad y el color como ejes de coordenadas. 

Foto: Realización: Andrés Rubín de Celis

Conozcamos más a Sabine Marcelis

Debió ser todo un cambio dejar los vertiginosos descensos por laderas nevadas para experimentar en talleres llenos de máquinas, muestras y prototipos… ¿Cómo llegaste al diseño? ¿Cuál fue el camino?

¡Absolutamente! Entre los 16 y los 21 años me dediqué por completo al snowboard, alternando los inviernos de Nueva Zelanda, donde vivía con mis padres, y los de los Estados Unidos y Canadá, donde iba a entrenar. Entonces tuve un grave problema de salud y entré en crisis. Me sentí perdida. Mi hermana acababa de terminar sus estudios de diseño industrial en Wellington y me propuso quedarme un tiempo con ella. Lo que hacía parecía divertido, así que pensé en probar yo también… Estudié dos años de diseño industrial allí y, de regreso a Países Bajos, terminé la carrera en la Design Academy de Eindhoven. Los años allí fueron esenciales para poder desarrollar mi propia visión del diseño.

sabine

Panton Chair. Uno de sus últimos proyectos, con Vitra: una nueva paleta para colorear el icono de Verner Panton. 

Foto: Obra: Sabine Marcelis

¿Y cómo resumirías esa visión? ¿Qué es el diseño para ti?

Es la manera de dar forma a las cosas que nos rodean y necesitamos para vivir. Y cómo entiendo yo el diseño es resultado directo de mi experiencia vital, que tiene tanto que ver con el hecho de haber vivido siempre en entornos naturales como con que mi padre sea ingeniero y me haya transmitido su pasión por cómo están hechas las cosas y por qué funcionan. El proceso de una fábrica que produce cepillos de dientes es igual de inspirador para mí que haber disfrutado tanto de las montañas, el sol, las nubes y demás maravillas naturales. Yo siempre he buscado un equilibrio entre lo orgánico y lo creado por el hombre, la tecnología y los fenómenos naturales. Y, desde luego, la materialidad es siempre el punto de partida de mi práctica.

SABINE

Coffeee Table en resina y ónix, perteneciente a la serie Stackled Collection, producida en exclusiva para la barcelonesa Side Gallery.

Foto: Obra: Sabine Marcelis

Hablando de tu práctica, una de sus características más destacadas es la multidisciplinariedad. Igual firmas una lámpara, o una mesa, que una instalación que se acerca a la arquitectura, un interior que el comisariado de una exposición… ¿Tienen algo en común todas estas expresiones de tu creatividad?

Sí que hay un hilo conductor que conecta las diferentes disciplinas del diseño, o, al menos, en mi caso lo hay. Tanto al proyectar una colección para IKEA como al presentar una instalación frente a las pirámides, en Egipto, una busca desencadenar sensaciones en el público. Ya sea espolear su curiosidad, hacerle recordar o preguntarse algo, proponerle interactuar con lo que ha creado… Provocar emociones, en fin. 

Sabine

Varmblixt. Su preciada colección de luminarias para IKEA.

Foto: Obra: Sabine Marcelis

Otro rasgo distintivo es la esencialidad formal de tu trabajo. ¿De dónde nace?

La razón por la que mi trabajo tiene esa apariencia minimalista, o esencial, es porque soy alérgica a los objetos y elementos sobredecorados. Creo firmemente que la forma de una pieza debe servir a la experiencia de su materialidad –de la forma más pura posible– por parte del usuario. Y las formas muy elaboradas, o barrocas, distraen de toda función, ya sea práctica o emocional. Además, la esencialidad me parece la mejor opción posible en la búsqueda de una estética atemporal que no pase de moda ni termine aburriendo al usuario. Cuanto más simple y depurada sea una pieza, más posibilidades tiene de pasar la prueba del tiempo. 

sabine

Swivel, la instalación que firmó en la última edición del London Design Festival. 

Foto: Obra: Sabine Marcelis

Confesabas en otra entrevista que, a pesar de lo que la gente pueda esperar de ti, no tienes una teoría del color propia. ¿Cómo trabajas con él? ¿Cuáles son tus guías?

Tengo ya una gran experiencia y no pocos conocimientos en torno al color, pero, en mi aproximación, la intuición –conectada evidentemente al conocimiento– es muy importante. A lo que me refería en aquella entrevista es que no tengo una teoría racional estricta, sino que, al trabajar con los colores, la parte subjetiva tiene también su peso. No me gusta restringir mi práctica al ámbito de la lógica, ya que también hay en ella una parte sensitiva.

sabine

Block. Un sofá que contrapone la dureza y la suavidad de sus materiales, editado por Natuzzi.

Foto: Obra: Sabine Marcelis

Y puesto que hablamos del color, ese es precisamente el elemento central de dos recientes colaboraciones con Vitra: la instalación Color Rush!, en el Vitra Schaudepot, en la que ordenabas por colores cerca de 400 piezas de su colección, y una edición especial de la icónica Panton Chair en una personalísima paleta de color. ¿Qué nos puedes contar de ellos?

El Vitra Design Museum tiene una enorme colección de más de 700 piezas, pero siempre han mostrado solo las más destacadas y conocidas, y de forma cronológica. Cuando me propusieron que repensara su presentación, quise despojar a todas esas piezas de su relevancia histórica y su cronología para clasificarlas por colores y, de ese modo, promover nuevas relaciones entre ellas. Y, en cuanto a la edición especial de la Panton Chair, es un proyecto que nace de la exposición y juega con mi paleta de color y el icono de Verner Panton y Vitra. El criterio decisivo a la hora de colaborar con una firma, y más cuando se trata de grandes compañías, es, en mi caso, la libertad creativa que tendré. Y con Vitra siempre he tenido carta blanca. A mí me gusta crear relaciones largas y estrechas con la gente con la que trabajo a gusto, como sucede con Vitra ¡La vida es muy corta para andar trabajando con gente que no te gusta!