El poder transformador de iluminación es innegable. Incluso la artificial, que es capaz de cambiar completamente la atmósfera de una habitación, definir, delimitar y potenciar espacios específicos, y que, además, influye directamente en nuestro bienestar emocional. Los avances en este campo se han dirigido paralelamente hacia el auge del interiorismo y el diseño, elevando la lámpara a la categoría de pieza decorativa esencial. Sin embargo, por paradójico que parezca, aún son pocas las personas que saben sacarle todo el partido. La incipiente y aún casi desconocida figura del lighting designer –traducible como diseñador de iluminación y ambientación– así lo demuestra.
Como explican Meritxell Ribé y Josep Puigdomènech, interioristas, fundadores de The Room Studio y especialistas en la materia: “Mucha gente cree que con colocar luces en el techo ya tienen solucionada la iluminación técnica, un enfoque heredado de los antiguos ojos de buey y los ambientes lumínicos empobrecidos en los que hemos crecido. Pero, afortunadamente, cada vez más personas están educando su percepción y cuestionando que existen muchas otras formas de iluminar una vivienda”.