No es que queramos robarle el lugar al blanco, ni siquiera al gris, pero hoy rompemos una lanza por los marrones y les quitamos su fama de sosos, clásicos y oscuros. Reivindicamos todos los tonos, pero especialmente el chocolate en sus múltiples vertientes desde el puro intenso y sofisticado hasta el con leche, más suave y beige, pasando por los moca, reconfortantes y suaves, o los caramelos, toda dulzura.

Nos gusta por su espíritu terrenal, que lo conecta con la naturaleza y nos hace tener los pies (o las paredes) en la tierra, pero también por su capacidad para transmitir emociones y crear atmósferas donde te sientes seguro. Además es atemporal, aunque ahora está pegando fuerte, se sabe adaptar a cada situación y cada estación y, como el chocolate, una vez que lo pruebas, resulta irresistible. ¿No nos crees? Descubre sus posibilidades en estas ocho (deliciosas) propuestas.